Por Darío Jaramillo Agudelo
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Son las dos de la tarde
y el sol hierve transparente a 30 grados.
A esta hora exacta era el encuentro:
fumábamos la pipa de la paz,
asistíamos a la eucaristía de las frutas frescas
y reíamos felices en nuestra apacible charla.
A esta hora, bajo este mismo solitario sol,
nos ayudábamos a vivir
y ahora, en esta hora de sopor,
es también su recuerdo
una de las cosas luminosas
que me mantienen vivo.
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