sábado, 8 de marzo de 2014

Alfonsina Storni (1892-1938)

Monumento a Alfonsina Storni frente a la playa La Perla en Mar del Plata, Argentina
Hace unos días mi buena amiga bonaerense Sandra, me envió tres fotografías de su ida a Mar del Plata con fines de descanso y diversión. En la primera foto se podía observar la cantidad de personas que para esta época visitan la Costa marplatense antes de que empiece a cambiar el clima; en la segunda, se observa el mar imponente del sur acompañado por altos edificios; y la tercera foto fue ésta, la de Alfonsina Storni. 

Sandra me contó que Alfonsina fue una poetisa argentina, muy buena, que se había suicidado en la playa La Perla de Mar del Plata. No supe en el momento el por qué de tan amarga decisión, así que anoche decidí leer un poco. 

Alfonsina nació en una comuna suiza llamada Capriasca situada en el distrito de Lugano, el 29 de mayo de 1892, pero fue llevada por sus padres a Argentina en 1896. Trabajó como mesera en un café que su padre instaló cerca a la estación de ferrocarril Rosario Central, pero este trabajo no le gustó, así que decidió independizarse y consiguió empleo como actriz en diferentes obras teatrales. También ejerció como maestra en distintas instituciones educativas y en esta época escribió sus poesías y algunas obras de teatro. Fue madre soltera de su único hijo Alejandro y a sus 43 años fue operada de cáncer de mama, pero el procedimiento no fue fructífero, ya que el cáncer tenía ramificaciones, por lo que sus episodios de depresión, paranoia y ataques de nervios se hicieron cada vez más fuertes. Además dicen que siempre se recriminó el hecho de no haberle dado un padre a su hijo.

Un martes, 25 de octubre de 1938, Alfonsina salió de su habitación y se dirigió a la playa La Perla. Al día siguiente en la tarde los periódicos titulaban la noticia: "Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poeta de América". La poeta se habría lanzado al mar el día anterior a sus 46 años.

Aquí les dejo su última obra:

VOY A DORMIR
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides. Gracias... Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono,
le dices que no insista, que he salido.

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