miércoles, 30 de mayo de 2012

Reflexión junto al semáforo

Se congela el tiempo. Allí aparece nuevamente en el escenario frívolo y vacío de la calle, la mirada de aquel sujeto. ¿En qué estará pensando? ¿Será que cree en el mañana? ¿Será que nadie lo espera en casa? Parece que nada le perturba. Se ve tranquilo, pero algo triste. Con la mirada perdida, con un sin número de enfermedades que le hieren el cuerpo, que le hieren el alma y que hacen que acumule tantas heridas, tantos rencores; rencores contra aquellos como el señor de portafolio de cuero y lentes oscuros que camina hazañoso, que se muestra indiferente porque él y su familia están bien y no les falta nada.

Pero todo sigue igual. El tiempo aún congelado, haciéndonos creer que se quedará así. Y él sigue allí, sentado junto al camino, envuelto en el ruido de la ciudad que ya no lo atormenta, que ya no le importa. En la esquina más transcurrida y a las afueras de un banco inmenso que no hace más que reirse de su miseria. Él sonríe porque nada le preocupa. Sólo espera la llegada de la muerte para que lo arranque de una vez y para siempre de esta vida llena de prejuicios, llena de problemas, llena de injusticias y tan carente de oportunidades. 


L.Prz!

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